miércoles, 16 de septiembre de 2009

"EL DEDO DE DIOS" Y EL DE SUS HIJOS


Nació el 8 de enero de 1824 en la ciudad de San Luis Potosí.

A temprana edad, debido a su vocación artística, se trasladó a la capital del país. Cumplidos los veintinueve años, ya había ocupado puestos importantes en la Ciudad de México, tales como el de censor de teatros. En sus horas libres escribía poesías, entre ellas versos románticos dedicados a su novia Guadalupe, con quien se casaría más tarde.

Cuando los amigos de Francisco González Bocanegra lo animaron a que participara en el concurso convocado por el presidente Santa Anna a fin de elegir el himno nacional mexicano, al joven poeta ni se le había ocurrido tomar parte. «No puede ser - les dijo a sus admiradores - va a participar en el concurso la flor de los poetas mexicanos, y no tengo la pretensión de medirme con ellos»

A la postre, según una tradición, lo único que logró convencerlo fue la insistencia de su novia, que lo encerró en una habitación de su casa y amenazó con no dejarlo salir hasta que terminara de componer el himno. En cuestión de cuatro horas terminó de escribir el poema y se lo pasó a Guadalupe por debajo de la puerta. Animado por la reacción entusiasta de ella y de sus amigos, González Bocanegra envió al concurso su poema, que se componía de un coro y diez estrofas, cada una con ocho versos. El 3 de febrero de 1854, el jurado oficial lo calificó como el de mayor mérito entre las composiciones literarias que concursaron.

Ahora sólo faltaba la música necesaria para convertir el poema triunfador en el Himno Nacional. Dio la casualidad de que el ganador del certamen musical convocado para ese fin era tan modesto y tímido como lo era el ganador del certamen poético. El músico premiado, que concursó de manera anónima, resultó ser el español Jaime Nunó, también de veintinueve años de edad, quien unos meses antes había llegado a México desde Cuba, invitado por el presidente Santa Anna para que dirigiera las bandas militares de música del país.

El esperado estreno del Himno Nacional se realizó el 15 de septiembre de 1854 en el teatro Santa Anna, posteriormente llamado Teatro Nacional; pero el presidente Santa Anna no hizo acto de presencia esa noche, así que se dispuso que se repitiera la función la noche siguiente. Esa vez sí asistió el señor Presidente, por lo que el estreno del himno quedó consignado oficialmente en la fecha del 16 de septiembre.

González Bocanegra cayó víctima de la mortal enfermedad del tifus menos de siete años más tarde, cuando aún no se había popularizado el himno cuya letra compuso. Pero con el paso del tiempo, el pueblo mexicano no sólo reconoció que el eterno destino de la patria fue escrito por el dedo de Dios, como dicen las palabras de la primera estrofa, sino que también reconoció que los inmortales versos de su Himno Nacional fueron escritos por el dedo de uno de sus hijos favorecidos con el don de la poesía, inspirado en un momento de verdadera genialidad. Pues «el Dios que inspira a los profetas», también inspira a los poetas, a fin de que todos sus hijos reconozcamos, tanto a título nacional como personal, la verdad resumida en los siguientes versos escritos por el sabio Salomón: El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor.
Por: Carlos Rey

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