jueves, 2 de diciembre de 2010

EL PADRE HABLA A SUS HIJOS


Miren, he puesto mi corona a mis pies y el mundo sobre mi corazón.

Padre Celestial, ¡Qué seas conocido, amado y glorificado por todas tus criaturas!

Madre Eugenia, a quien el Padre llamaba mi hija predilecta, nació en Italia el 4 de Septiembre de 1907, en una familia de origen campesino.

Ingresó en la congregación de Nuestra Señora de los Apóstoles a los veinte años. Fue elegida, a los 25 años, Madre General de la Congregación.

En doce años de actividad misionera abrió más de setenta centro de ayuda social – con enfermería, escuela e iglesia - en los lugares más abandonados de África, Asia y Europa.

En el transcurso de los años 1934 al 1941, ideó, proyectó y realizó en Costa de Marfil la Ciudad de los Leprosos”: un inmenso centro para dar asilo a estos enfermos que hasta ahora perdura como un centro de vanguardia en África y en el mundo. Por esta obra Francia concedió a la Congregación de las monjas misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles la máxima consideración nacional por obra de carácter social.

Pero el legado más importante que Madre Eugenia nos ha dado ha sido el Mensaje El Padre habla a sus Hijos, la única revelación hecha personalmente por Dios Padre y reconocida auténtica por la Iglesia después de diez años de rigurosísimos exámenes.

Dios Padre le dice a Madre Eugenia que desea ser honrado como Padre de toda la Humanidad y que desea que una fiesta en su honor sea establecida, con la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, el primer domingo de Agosto o, de ser día de semana el 7 de Agosto. También le expresa el deseo de que cada familia exponga su imagen con la corona a sus pies y el mundo cerca a su corazón, poniéndose bajo su protección muy especial, para que puedan todos glorificarle más fácilmente.

Por toda la eternidad he tenido solo un deseo: hacerme conocer y amar por los hombres, deseando incesantemente estar con ellos.

¡No piensen que sea Yo ese temible viejo que los hombres representan en sus imágenes y en sus libros¡ No, no, Yo no soy ni más joven ni más viejo que mi Hijo y que mi Santo Espíritu. Por lo tanto quisiera que todos, desde el niño hasta el anciano, me llamen con el nombre familiar de Padre y de amigo, pues Yo estoy siempre con ustedes, y me hago semejante a ustedes para hacerles semejantes a Mí. ¡Cuán grande sería mi alegría al ver que los hombres enseñan a sus niños llamarme a menudo con el nombre de Padre, como soy realmente! ¡Cómo desearía infundir en ésas jóvenes almas una confianza y un amor filial por mí! Yo he hecho todo por ustedes; ¿no harían esto por mí?

A todos les he elevado a la dignidad de hijos de Dios; sí, ustedes son mis hijos tienen que decirme que soy su Padre. Una madre no olvida nunca a la pequeña criatura que dio a luz. ¿No es aún más hermoso que Yo me acuerde de todas, de todas las criaturas que he puesto en el mundo? Si la madre ama a este pequeño ser que Yo le he donado, Yo le amo más que ella, porque Yo le he creado.

Nadie puede comprender la alegría que siento cuando estoy a solas con un alma. Nadie ha comprendido todavía los deseos infinitos de mi corazón de Dios Padre de ser conocido, amado y glorificado por todos los hombres, justos y pecadores. Por lo tanto, son estos tres homenajes que deseo recibir de parte del hombre, para que yo sea siempre misericordioso y bueno, aún con los grandes pecadores.

En cuanto a los medios para glorificarme como Yo deseo, no os pido otra cosa que una gran confianza.

Si alguien me glorifica y confía en mí, haré descender sobre él un rayo de paz en todas sus adversidades, en todas sus turbaciones, en sus sufrimientos y en sus aflicciones de cualquier tipo, sobre todo si me invoca y me ama como su Padre. Si las familias me glorifican y me aman como su Padre, Yo les daré mi paz y con ella mi providencia. Si los trabajadores, los industriales y otros artesanos me invocan y me glorifican, Yo daré mi paz, me mostraré como Padre amorosísimo y con mi poder aseguraré la salvación eterna de las almas.

Mi Hijo Jesús está en Mí y Yo estoy en Él, en nuestro mutuo amor que es el Espíritu Santo que nos tiene unidos con éste vínculo de caridad que hace que nosotros seamos UNO.

Él, mi Hijo Jesús es la fuente que está siempre llena de agua de salvación. Vengan por la vía de la confianza, llámenme Padre suyo, ámenme en espíritu y verdad y esto será suficiente, para que esta agua, refrescante y poderosísima, apague su sed.

Vengan a mí por medio de mi Hijo, cuando estén cerca de mí confíenme sus deseos. Llámenme sólo con el dulce nombre de Padre y Yo vendré a ustedes.

¡Yo les amo mucho! Yo pido lo que pueden darme: su confianza, su amor y su agradecimiento. Mis criaturas... es sólo para salvarlas y hacerlas partícipes de mi gloria que yo me rebajo hasta ellas; y también, porque mi bondad y mi amor se dan cuenta de que los seres que saqué de la nada y adopté como verdaderos hijos están cayendo numerosos en la infelicidad eterna con los demonios, faltando de este modo la finalidad de su creación, ¡y perdiendo el tiempo y la eternidad!

¡Vengan, vengan a mí con confianza y amor! Y Yo les perdonaré después de su arrepentimiento. ¡Aunque sus pecados fueran repugnantes como el fango, su confianza y su amor me los harían olvidar, y así no serían juzgados! Yo soy justo, es verdad, pero ¡el amor lo paga todo!

Escuchen, hijos míos, hagamos una suposición para que tengan la seguridad de mi amor. Para mí sus pecados son como el hierro y sus actos de amor como el oro. ¡Aunque me entregaran mil kilos de hierro, no sería tanto cuanto si me donaran diez kilos de oro! Esto significa que con un poco de amor se rescatan enormes iniquidades.

¡Yo estoy tan cerca de ustedes! Entonces, es necesario amarme y glorificarme para que no sean juzgados, o por lo menos para que sean juzgados con amor infinitamente misericordioso.

Sepan que quiero ser conocido, amado y sobre todo glorificado. Que todos reconozcan mi bondad infinita para con todos y sobre todo para con los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los que sufren. Que sepan que no tengo otro deseo que el de amarles, donarles mis gracias, perdonarles cuando se arrepienten, y sobre todo, no juzgarles con mi justicia sino con mi misericordia, para que todos se salven y sean incluidos en el número de los elegidos.

Si me aman y me llaman con confianza, con el dulce nombre de Padre, comienzan ya desde acá abajo con el amor y la confianza que harán su felicidad en la eternidad, que cantarán en el Cielo en compañía de los elegidos. ¿No es esta una anticipación de la felicidad de los Cielos que durará eternamente?

El tiempo apremia. No tengan temor de nada. Yo soy su Padre; les ayudaré en sus esfuerzos y trabajos. Les sostendré siempre y les haré saborear, ya acá abajo, la paz y la alegría del alma, haciendo que produzcan fruto su ministerio y sus obras realizadas con celo; don inestimable porque el alma que está en paz y en alegría pregusta ya el cielo, esperando la recompensa eterna.

Es necesario que sea conocido, amado y glorificado por los hombres, para que, después de haberlos creado, pueda Yo ser su Padre y finalmente el objeto de sus delicias eternas.

Criaturas mías, su cielo está en el Paraíso con mis elegidos, porque es allá arriba, en el cielo, que contemplarán en una visión perenne, y gozarán de una gloria eterna.

Todo lo que hagan por mi gloria Yo lo redoblaré para su salvación y su santificación. Al final, será en el cielo, y sólo en el cielo, que verán la gran recompensa que les daré.

A los que trabajen por mi gloria, a ustedes que aquí se empeñan en hacerme conocer, amar y glorificar, a ustedes les aseguro que su recompensa será grande, pues contaré todo, aún el más mínimo esfuerzo que hagan, y les devolveré todo centuplicado en la eternidad.

Vengo en medio de ustedes por dos caminos: ¡La Cruz y la Eucaristía!

La Cruz es el camino que baja en medio de mis hijos, porque es por medio de ella que les hice redimir por mi Hijo. Y para ustedes la Cruz es el camino que sube hacia mi Hijo, y desde mi Hijo hacia Mí. Sin ella nunca podrían llegar, porque el hombre, con el pecado, ha atraído sobre sí mismo el castigo de la separación de Dios.

En la Eucaristía Yo vivo en medio de ustedes como un Padre en su familia. Quise que mi Hijo instituyese la Eucaristía para hacer de cada tabernáculo un depósito de mis gracias, de mis riquezas y de mi amor, para darlos a los hombres, mis hijos.

Es siempre por estos dos caminos que hago descender mi omnipotencia y mi infinita misericordia.
Madre Eugenia

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pense que orar al Padre directamente no era digno por lo pecadors que somos, y que segun las enseñanzas era mejor a traves del Hijo y de María, pero a traves del mensaje veo que el Padre quiere tambien ser glorificado, yo estuve en el grupo cuando una vez el Padre se hizo presente y desde ahi quede mejor... asi que Gloria a EL. Bendiciones

Hermano José dijo...

TE INVITO A VER HOY DÍA 12 DE NOVIEMBRE UN AL RESPECTO
BENDICIONES POR CASA