jueves, 2 de diciembre de 2010

EL PRESTAR SERVICIO A NUESTROS SEMEJANTES


Dios nos tiene en cuenta y vela por nosotros; pero por lo general, es por medio de otra persona que atiende a nuestras necesidades. Por lo tanto, es vital que nos prestemos servicio unos a otros en el reino.

El prestar servicio a nuestros semejantes hace más profunda y más dulce esta vida mientras nos preparamos para vivir en un mundo mejor. Aprendemos a servir prestando servicio. Cuando nos encontramos embarcados en el servicio a nuestro prójimo, no solamente lo ayudamos con nuestras acciones sino que también ponemos nuestros problemas en la debida perspectiva. Si nos preocupamos más por otras personas, tendremos menos tiempo para preocuparnos por nosotros mismos.

En medio del milagro de prestar servicio, está la promesa de Jesús de que si nos perdemos (en servir) nos hallaremos a nosotros mismos (Mateo 10:39). No sólo nos hallamos en el sentido de que reconocemos la guía divina en nuestra vida, sino que cuanto más sirvamos a nuestros semejantes en la forma adecuada, más se ennoblecerá nuestra alma.

Al prestar servicio a los demás, nos convertimos en mejores personas, en personas de más valía. Ciertamente, es mucho más fácil hallarnos” ¡porque hay mucho más de nosotros para hallar! Extendamos nuestros corazones y nuestras manos en compasión hacia los demás, porque todos andan por su propio sendero difícil.

Como discípulos de Jesucristo, nuestro Maestro, se nos llama a apoyar y a sanar en vez de condenar. Se nos manda llorar con los que lloran y consolar a los que necesitan de consuelo. Como cristianos, es indigno de nosotros pensar que los que sufren se merecen su sufrimiento. El domingo de Pascua de Resurrección es un buen día para recordar que nuestro Salvador voluntariamente tomó sobre Sí el dolor, la enfermedad y el sufrimiento de todos, incluso los que parecemos merecer nuestro sufrimiento. En el libro de Proverbios leemos que en todo tiempo ama un amigo, y el hermano nace para el tiempo de angustia”. Amemos en todo momento y, en especial, tendamos una mano a nuestros hermanos durante épocas de angustia.

El verdadero amor requiere acción.
Podemos hablar del amor todo el día, escribir notas o poemas que lo proclamen, entonar canciones que lo alaben y predicar sermones que lo promuevan, pero hasta que no manifestemos ese amor con hechos, nuestras palabras no son más quemetal que resuena o címbalo que retiñe.

Cristo no sólo habló del amor, sino que lo demostró cada día de Su vida. No se alejó de las multitudes, sino que al estar entre la gente, Jesús sirvió a las personas individualmente. Rescató al perdido. No enseñó simplemente una lección acerca de dar servicio con amor para después delegar el trabajo a los demás. Cuando el Salvador extiende sus manos, aquellos a los que toca son edificados y por ello llegan a ser personas más excelentes, más fuertes y mejores.
... nosotros somos sus manos.

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