miércoles, 20 de julio de 2011

DE LAS BANDAS DE LA MAFIA YAKUZA AL BAUTISMO CATÓLICO, CON SU ESPOSA Y SUS OCHO HIJOS



Le impactó un sermón sobre el perdón a los hijos.

Takayuki Oku siempre fue una persona de mal genio, pero dice su esposa Yuka que eso ha cambiado desde que empezó a ir a la iglesia. Lejos queda su vida en las bandas mafiosas de Japón. Toda la familia se bautizó la pasada Vigilia Pascual.

Takayuki Oku siempre fue un chico robusto. Siendo un estudiante de instituto en la ciudad de Yamagata, a 290 kilómetros al norte de Tokio, conoció al jefe de una banda criminal yakuza, le cayó en gracia, y acabó apuntándose a su banda.

Un tiempo después, con 17 años, decidió abandonar el mundo del crimen yakuza y vivir una vida normal. Se alejó del grupo, conoció una chica llamada Yuka y se casaron.

Pero después Takayuki volvió a ingresar en las bandas y a una vida de crimen. Un día, un amigo suyo intentó dejar la banda, y Takayuki intentó protegero de la venganza del grupo, escondiéndolo. La banda, enfurecida, apalizó muy duramente a Takayuki. Volvió a casa cubierto de sangre y harto de esa vida, contactó con la policía y logró con su ayuda distanciarse de ese mundo.

"Aún me persiguen aspectos de mi vida pasada. Incluso hoy tengo problemas con gente que me conoció en esa época, que nunca me ha querido hablar desde el instituto... pero en la Iglesia es distinto", admite Takayuki a la agencia UCAnews.

La familia fue creciendo de forma asombrosa para los estándares japoneses: con 36 años, Takayuki es hoy padre de cinco niñas y tres niños, de 1 a 16 años. Y en la pasada Vigilia de Pascua, el 23 de abril, todos juntos se bautizaron en la parroquia católica de Yamagata. Takayuki fue quien condujo a todos al catolicismo.

"Hace cuatro años mi madre y yo tuvimos una pelea y le dije: ´¿Por qué no te mueres de una vez Fue antes de saber que ella tenía cáncer. Murió en pocos meses, y no tuve ocasión de pedirle perdón", explica Takayuki, que cayó en una profunda depresión.

Fue entonces cuando su antiguo padre adoptivo, católico, le sugirió probar a ir a la Iglesia. Lo hizo el verano pasado por primera vez, en la parroquia de Yamagata. El padre Kenji Honma, de la congregación de los Sagrados Corazones, estaba centrando su homilía en una idea: "No importa cuánto se enfrente un hijo a sus padres, ellos siempre le perdonarán".

"Mi madre es la principal razón para que me bautice; además, hay muchas cosas en mi pasado yakuza. Y supongo que hay un poco de lo que podríamos llamar, expiación".

Yuka, la mujer de Takayuki, al principio solo acudía a la parroquia como conductora (su marido no tiene el carnet), pero se dio cuenta de que "él siempre fue de mal genio, pero eso ha cambiado desde que empezó a ir a la iglesia".

A Yuka también le gustó la acogida cordial de los parroquianos: "Todos en la iglesia trataban a nuestros hijos con mucha amabilidad y a los niños les encantaba ir. Incluso el pequeño, con solo un año, iba suelto por el templo con las manos juntas. Cuando mi marido me preguntó qué pensaba acerca de bautizarnos juntos, empecé a pensar: sí, hagámoslo", explica Yuka.

Takayuki descubrió que tenía una familia de pequeños devotos. "Cuando les dije a los niños que iba a la iglesia todos dijeron: ‘¡Yo también quiero ir!’ Y cuando les pregunté: ‘Papá va a hacerse hijo de Dios, ¿y vosotros?’, todos respondieron ‘¡Nosotros también’".

Ken´ichi, que con 16 años es el mayor, admite que "aún no entiendo en realidad mucho sobre la Iglesia", pero pocos días después del terremoto de Japón encargó 8 "milagras milagrosas" para dar a sus hermanos como "omamori" (objeto de protección mística) "contra heridas de terremoto".

Toda la familia Oku fue bautizada en la vigilia pascual el pasado 23 de abril.

P. J. Ginés/ReL

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