jueves, 8 de septiembre de 2011

¿GUARDAR EL SÁBADO O EL DOMINGO?



PREGUNTA:
En la Biblia no se dice que hay que guardar el domingo sino el sábado: Guardarás el día del sábado para santificarlo, como te lo ha mandado Yahvé tu Dios". "Seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso para Yahvé tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ninguna de tus bestias, ni el forastero que vive en tus ciudades; de modo que puedan descansar, como tú, tu siervo, y tu sierva" (Dt. 5, 12-14).

¿Por qué la Iglesia guarda el domingo en vez del sábado que es lo que dice Dios en la Biblia?

RESPUESTA:
Jesús dijo que no había venido a destruir la Ley sino a cumplirla: "No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento" (Mt. 5, 17).

Vemos que Jesús celebraba el Sábado pero sin absolutizarlo. Los fariseos tenían una concepción del sábado irracional. Por ejemplo, cuando vio a un ciego de nacimiento, escupió y haciendo un poco de barro con su saliva, se lo puso en los ojos y el ciego empezó a ver. "Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos" (Jn. 9, 14). Y aquí empieza la discusión entre los fariseos, el ciego que fue curado y sus padres. Es bonito este pasaje y merece la pena de leerlo con atención.

Cuando los discípulos atravesaba un sembrado y arrancaban espigas para comerlas, los fariseos protestaban porque consentía que sus discípulos trabajasen en sábado arrancando espigas. Él les dijo: "El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado" (Mc. 2, 27-28).

PREGUNTA:
¿Por qué la Iglesia cambió al domingo la fiesta del sábado? Hubiese bastado con que hubiese purificado el sábado de todas las exageraciones en la guarda del mismo.

RESPUESTA:
Con la muerte y resurrección de Jesús acaba la Antigua Alianza y empieza la Nueva. En la última Cena, "Tomó pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros" (Lc. 22, 19-20).

El sábado fue en la Antigua Ley el día de descanso, recordando el descanso del Señor al acabar los seis días de la creación Dios. Pero en la Nueva Ley comienza una Alianza Nueva a partir de la Resurrección de Jesús, hecho que tuvo lugar no el sábado sino el día siguiente, el primer día de la semana que los cristianos empezaron a llamarlo el Día del Señor. Y en vez de reunirse el sábado, empezaron a reunirse el domingo.

Es lógico que cuando iban a hablar a los judíos sobre Jesús y sobre el cumplimiento de las profecías en él, que fuesen el sábado que es cuando se reunían los judíos, como por ejemplo cuando San Pablo va a la sinagoga de Antioquía de Pisidia: "ellos, partiendo de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad»" (Hech. 13, 14-15). Pero era el domingo cuando se reunían para el culto cristiano.

"Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hech. 2, 42).

"El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan" (Hech. 20, 7).

"Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros»" (Jn. 20, 19).

"Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros»" (Jn. 20, 26).

SAN JUSTINO
Del siglo II
(Apología 1,65
)
El día que se llama del sol [el domingo], se celebra una reunión de todos los que viven en las ciudades o en los campos, y se leen los recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas, mientras hay tiempo. Cuando el lector termina, el que hace cabeza nos exhorta con su palabra y nos invita a imitar aquellos ejemplos. Después nos levantamos todos a una, y elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se ofrece el pan y el vino con agua como ya dijimos, y el que preside, según sus fuerzas, también eleva sus preces y acciones de gracias, y todo el pueblo exclama: Amén. Entonces viene la distribución y participación de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los diáconos.

José Gea

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