miércoles, 14 de septiembre de 2011

JACULATORIAS, SALMOS, PRESENCIA DE DIOS



A lo largo del día, Dios acompaña nuestras vidas, acompasa nuestros pasos.

Él está con nosotros. Su vida transcurre entre sus manos providentes y su amor nos envuelve con suma delicadeza.

Ante tanto amor, lo normal en un hombre creyente, en un hombre en quien la fe es su dinamismo interno más profundo, es una respuesta consciente: Dios está aquí, me ama, me acompaña. Durante la jornada, como un eco de la oración de Laudes matinal, el creyente trabaja, camina, desempeña sus tareas en presencia de Dios, y eleva su corazón a Dios en una conversación breve, una jaculatoria, una frase de amor. Así se mantiene en presencia de Dios y aviva en su alma la conciencia de esa Presencia.

Las jaculatorias, pequeñas frases de amor al Señor, son muy útiles para la vida espiritual. Pero sobre todas las jaculatorias humanas, piadosas, destacan especialmente algunos versículos de las Escrituras, que para eso son Palabra de Dios, o, incluso, el canto en voz bajita o la recitación mental de los salmos. Éste era un uso muy común entre los fieles. Estaban acostumbrados al canto de los salmos en la Eucaristía y en el Oficio divino, los cantaban, se los sabían de memoria, los hacían oración suya, personalísima. Los salmos, o algunos versículos de los salmos, acompasaban cualquier tarea, henchidos de amor de Dios.

San Juan Crisóstomo aconsejaba a sus fieles (y también a nosotros hoy):
"Si tienes, pues, algo útil que decir, abre tus labios; pero si en nada es necesario, cállate, porque es lo mejor. ¿Eres artesano? Canta salmos mientras estás sentado. ¿Que no quieres salmodiar con la boca? Hazlo con la mente: el salmo es un gran compañero de conversación. Y con ello no tomarás sobre ti nadapesado, antes bien, podrás estar sentado en tu taller como en un monasterio, pues no es la comodidad de los lugares, sino la probidad de las costumbres, la que proporcionará la tranquilidad" (Cat. Baut. I, 4).

Podríamos muy bien hacer lo mismo: por la calle, en la parada de autobús, en el coche, mientras vamos caminando, en el trabajo, en la cocina, mientras limpiamos la casa... elevamos el corazón a Dios y rezamos algunos versículos de los salmos, alguna frase que se dirija al Señor.

Para ello, desde luego, haría falta mayor familiaridad con los salmos: rezarlos en Laudes o Vísperas, emplearlos en nuestra oración personal, y que los cantos en la liturgia sean salmos (por ejemplo, en la preparación de las ofrendas, en la comunión) para que los vayamos haciendo nuestros (en lugar de cantar... casi cualquier cosa).

Javier Sánchez Martínez

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