jueves, 8 de septiembre de 2011

¡QUÉ DIABLOS!



El otro día les contaba a mis hijos algo que aprendí hace años y que siempre me orientó mucho.

La verdad es que se lo conté como recordándoles algo que creía archisabido, pero tal fue la cara de hallazgo que me pusieron y lo sorprendente que les pareció la ocurrencia que no he podido resistir escribirlo en el blog. Va sobre el Demonio y sus estrategias.

Pero antes una advertencia:
Pudiera ser que al mencionar - como acabo de hacer - al Maligno, a alguno de los que lo lee se le haya puesto cara de reticencia, note cierta urticaria al tema o adopte un aire de superioridad considerándolo una infantil y ya superada creencia. Si es así es mejor que deje de leer. Este post no es para él.
¡… O sí!.

Déjenme que le recuerde - ya que de estrategias de enemigos hablamos -, que la primera y más eficaz de ellas consiste en hacer creer precisamente que no hay tal enemigo.

Y es que se sabe muy poco del Demonio, pero sólo una cosa interesa: si existe. Y que existe lo sabemos porque nos lo dijo Cristo y a mi Su opinión me resulta de lo más relevante…

Pues bien hecha esta advertencia sigo con lo que les decía. El hallazgo que les resultó tan revelador a los niños fue el saber que el Demonio no quiere que seamos malos… lo que desea a toda costa es que no seamos buenos.

Se me ocurre una aplicación muy actual y frecuente de esta estrategia que quizás a alguno le haga dar un respingo: me refiero a que al Demonio no le importa que nos colguemos la etiqueta de buena persona y nos instalemos cómodamente en ella. Al contrario, le encanta esta expresión porque con ella logra tranquilizar nuestras conciencias y suplantar lo que por ninguna circunstancia quiere que nos preguntemos y descubramos: si nuestro cristianismo es auténtico y qué tenemos que cambiar para mejorarlo.

Y es que se ve por ahí a tantos "instalados" en eso de ser buena genteen lugar de estar "activados" en lograr ser creyentes auténticos que uno no puede evitar que… se lo lleven los demonios. A ellos.

Porthos

1 comentario:

ARCENDO dijo...

Fantástico post, certero y genial. La mediocridad, esa inoperante tibieza, es el arma más eficaz del enemigo. DIOS Y AUDACIA.
ABRAZOS EN XTO. JESÚS.