miércoles, 14 de septiembre de 2011

VIRGEN DE LOS DOLORES - 15 DE SEPTIEMBRE



Redimimos sufriendo con Jesús.

Por dos veces durante el año, la Iglesia conmemora los dolores de la Santísima Virgen que es el de la Semana de la Pasión y también el 15 de septiembre.

La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que se instituyó en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV y cuando la festividad se extendió por toda la Iglesia, en 1727, con el nombre de los Siete Dolores, se mantuvo la referencia original de la Misa y del oficio de la Crucifixión del Señor.

En la Edad Media había una devoción popular por los cinco gozos de la Virgen Madre, y por la misma época se complementó esa devoción con otra fiesta en honor a sus cinco dolores durante la Pasión. Más adelante, las penas de la Virgen María aumentaron a siete, y no sólo comprendieron su marcha hacia el Calvario, sino su vida entera. A los frailes servitas, que desde su fundación tuvieron particular devoción por los sufrimientos de María, se les autorizó para que celebraran una festividad en memoria de los Siete Dolores, el tercer domingo de septiembre de todos los años.

Oración a la Virgen de los Dolores.

Siete son tus dolores, número perfecto es plenitud de sufrimiento asociado al de Él.
Él era circuncidado y eras tú la que sufrías, ¿para qué derramar la sangre si concebido fue inmaculado?
Cuando perdiste a tu Hijo en el Templo al caminar, tres fueron esos días hasta poderlo encontrar.
Estaba entre los doctores, Jesús, sin preocupación consabida, sus virginales papás lo buscaban con angustia por su vida.
-“¿Qué tengo Yo con vosotros?” Pareció decir el Niño.
Si su Padre era Otro en sus cosas debía estar, aunque no era esa la edad para dejar su familia, y a Nazareth se volvía con la obediencia debida.
Sin Jesús la vida es nada muertos los días están pero si lo buscas, has de encontrarlo, Resucitado ya está.
En el Camino a Él le dicen que su Madre lo buscaba -“¿Quién es mi Madre, amigos?, sino quien cumple mi Palabra”.
María fue más feliz por concebirlo en su mente, con su fiat ofrecía al Hijo Eterno su vientre, y en la Cruz ella entregaba, al Hijo Eterno de su vientre.
En la calle de la amargura acompañándolo ibas, qué mujer se te igualara en una ocasión tan dura.
Qué dolor el de la Cruz, torturado a más no poder, pero de pie te mantenías a lo largo de ese día para con Él padecer.
Estaba sobre tu regazo después de la redención amorosa, la madre se le asociaba, compadeciendo dolorosa.
Debemos terminar ahora este dolor dolorido esta soledad soledosa de quien sigue al mismo Hijo.

No hay comentarios: