jueves, 15 de noviembre de 2012

MARAVILLOSO DON DE LA FE, POR ÉL CREEMOS EN LA VIDA ETERNA



Sabemos que vamos a morir pero no queremos detenernos a pensar en ello.

No sé qué tiene este mes de noviembre que con su llegada nos envuelve en una especie de nostalgia, de recuerdos, de cosas y de seres que ya se fueron, que ya no están.

Cuando pase noviembre, en diciembre, será distinto. Diciembre es un mes con alegría de fiestas, de música navideña, de cascabeles, regalos y vacaciones, pero...noviembre siempre tuvo un aire solemne, un tinte gris, quizá porque es el mes en que se recuerda más profundamente a los que nos dejaron y se habla en voz baja de la muerte.

Sabemos que vamos a morir pero no queremos detenernos a pensar en ello. Es una idea latente en nuestro interior pero vivimos como si ese momento nunca nos fuera a alcanzar.

"Después de que se ha hecho lo posible para sostener en lo alto al antorcha de la vida, llegada la hora y cuando "ella" está ya a la puerta, es una locura oponerse al desenlace inevitable. En ese trance, la sabiduría aconseja colgar la espada, soltar los remos, dejarse llevar", esto nos lo dice el P Ignacio Larrañaga y añade:-" El hombre ha de hacerse amigo de la idea de tener que acabar. Serenamente, sabiamente, humildemente debe aceptar acabarse: soltar las adherencias, que como gruesas maromas lo amarraban a la orilla y... dejarse llevar mar adentro".

El pensamiento que después de que yo acabe otros comenzarán, así como muchos tuvieron que irse para que yo comenzara, nos va llenando el espíritu de una sublime paz con la certeza de que todo está bien.

Esta forma de ver las cosas nos ayuda para esforzarnos a vivir de tal manera que cuando nos llegue "la hora" podamos decir: "deber cumplido". Deber cumplido no quiere decir: todo lo hice bien, en todo sobresalí, en todo fui el primero...etcétera, etcétera. El deber cumplido es haber puesto todas las ganas en hacer lo que se nos pedía que hiciésemos según nuestro estado y forma de vida, el haber cumplido, jornada tras jornada, en la cadena de nuestros días con honestidad, con rectitud, con nobleza de corazón.

Morir dignamente, dejar este mundo serenamente, sin rebelión, aceptando. Esto en cuanto a la muerte física se refiere, porque si hay Fe, sabemos que morir es como un desdoblamiento de nuestro verdadero yo, como un renacer de nuevo, dejando nuestra envoltura corporal para que ya libre de ella, nuestro espíritu regrese a la vida eterna, al regazo del Padre sin perder su propia identidad.

Maravilloso DON el de la Fe, por él creemos en la vida eterna y en la resurrección de los muertos, porque Cristo nos dio las primicias con su propia Resurrección y nos espera en el Cielo.

Fue el mes de noviembre el que nos hizo tener esta pequeña reflexión sobre la muerte y al tenerla nos consuela el pensamiento de jamás dejaremos de existir, pues Dios nos otorgó el DON de un alma inmortal y esta es la victoria del hombre sobre la muerte.

Autor: Ma Esther De Ariño

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