lunes, 11 de febrero de 2013

SUBAMOS A JERUSALEN


Con esta frase, Jesús, inicia la marcha hacia su destino final. Un destino que no acaba en la Cruz, sino en la Resurrección. Con el tiempo de Cuaresma, los cristianos, queremos acompañar a Jesús en esa marcha hacia el cumplimiento de su misión.

En el Rincón intentaremos seguir este camino.

Tradicionalmente, la Cuaresma, nos viene asociada a tres prácticas: ayuno, limosna y oración. De entrada esto nos suena a tiempos pasados y hace que no nos parezca demasiado atractiva. Sin embargo, estas tres prácticas, siguen siendo de total actualidad:

- El ayuno nos invita a llevar una vida austera. Lo hacemos para conservar la línea, para estar "guapos" y olvidamos que hay motivos más profundos para hacerlo. Como solidaridad a tantas personas que no tienen ni lo más esencial para llevar a sus bocas. Para darnos cuenta que los valores espirituales son más importantes que los físicos. Con voluntad de reparar los excesos que hacemos y el olvido en el que tenemos a los más necesitados. Ayunar hoy, es renunciar a todas esas cosas superfluas que hemos convertido en imprescindibles. Es darnos cuenta de que, aquello que nosotros tomamos de más, se lo estamos quitando a los otros.

- La limosna es una manera de hacer efectiva nuestra lucha por la justicia y la reestructuración de los sistemas sociales. Hoy la limosna es la solidaridad con el esfuerzo de la sociedad por salir de la crisis y por un nuevo orden social. Limosna no es solamente dar dinero al que nos pide. Es luchar para hacer caer las estructuras injustas, que tanto daño hacen a la mayoría de los hombres. Dar limosna no es dar lo que nos sobra. Es darnos nosotros totalmente por el bien de la humanidad.

- La oración, que es la escucha de la Palabra de Dios para llevarla a la vida. Este tiempo se presta de una forma especial, para buscar esos momentos de soledad y silencio en los que nos encontremos cara a cara con Dios meditando su Palabra. Orar es meditar a la luz de la Palabra, nuestra vida y la de los hombres. Comparar qué nos dice la Palabra con lo que nosotros hacemos. Es llevar todas las injusticias del mundo y ponerlas a los pies de Dios. Orar es tomar fuerzas para volver a la vida, convencidos de que con su ayuda podemos cambiar el mundo.

La Cuaresma nos invita a recorrer con Jesús ese camino de desierto, esa marcha hacia una Fe viva, real, no de palabras, sino de hechos. Un camino para encontrarnos con nosotros mismos, para crecer. Un camino que nos lleva a los demás, al encuentro del que sufre, del que no tiene nada, del ciego y del paralítico...Al encuentro del Otro, que no es, sino Jesús en la Cruz.

Juntos, en la noche de Pascua, "pasaremos" a la verdadera Vida de Jesús resucitado, a un mundo de justicia, al Reino del padre, por la fuerza del Espíritu. Subir a Jerusalén, es dirigirnos al Amor.

Joan Josep Tamburini

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